miércoles, 22 de febrero de 2012

Wahat al Salam - Neveh Shalom, un ejemplo de convivencia real entre árabes y judíos

Ubicado en una colina a medio camino entre Tel Aviv y Jerusalén, Wahat al Salam – Neveh Shalom (WAS-NS) es un pueblo único en Israel, donde miembros de ambos bandos del conflicto llevan demostrando hace décadas que vivir en una misma comunidad si es posible

Ofer Laszewicki – Wahat al Salam/Neveh Shalom

“No somos especiales, esto no es ninguna utopía”. Con esta frase tan explícita resumió Howard Shippin, miembro del comité de Relaciones públicas de Wahat al Salam-Neveh Shalom (WAS-NS), una visita guiada a un grupo de turistas norteamericanos. La frase pretendía remarcar la idea de que este proyecto, en marcha desde el 1979,  está llevado a la práctica por gente normal de procedencias distintas pero con un mismo fin: demostrar que árabes y judíos pueden vivir juntos y superar los prejuicios que tienen respecto al otro, que en ambas sociedades se suele considerar como el “enemigo”.

La idea nació de la mano de Bruno Hussar, un cristiano perteneciente a la Orden Dominicana que tras la Guerra de los Seis Días recibió estas tierras de un monasterio cercano y decidió empezar a construir algo que para muchos parecía irrealizable. La premisa básica quedó definida desde el primer instante: consolidar un pueblo con un población mixta y equitativa de árabes y judíos, seculares en su gran mayoría y sin ningún tipo de afiliación política. No obstante, el propósito no se limitaba únicamente al hecho de vivir en un mismo municipio, sino a lograr un modelo único que guiara a las futuras generaciones a comprender, respetar y escuchar al otro. 

Vista aérea de Wahat al Salam – Neveh Shalom. Foto: Archivo digital WAS-NS
 
Por ello, la columna vertebral de WAS-NS son sus instituciones educativas. Por una parte, la guardería y la escuela primaria, dónde se imparte un modelo de enseñanza bilingüe –pionero en el país- en el que todos los alumnos son tratados por igual. Desde pequeños aprenden ambas lenguas, las tradiciones y costumbres judías y musulmanas y se les ofrece desde su infancia las dos narrativas del conflicto, que en ocasiones parecen formar parte de historias completamente diferentes. Además, las celebraciones se festejan conjuntamente. “Los niños judíos también disfrutan los manjares del Ramadán, e incluso llegan a casa cantando canciones de otras religiones”, explica con total normalidad Shippin. Todo ello, sin perder su identidad y sus valores. La fórmula supuso un éxito rotundo y, actualmente, los centros de enseñanza acogen a más de doscientos infantes, los cuales proceden en su gran mayoría de poblaciones cercanas.

El otro eje principal es la “School for Peace” (SFP), que promueve espacios de encuentro común entre árabes y judíos en todo el territorio. En muchos casos, supone un primer cara a cara entre jóvenes de ambos bandos, que sirve para “superar estereotipos y prejuicios”. De entrada, se suelen explicar sus vivencias y empiezan a discutir sobre sus problemas. La SFP actúa como embajada del ideario de la comunidad y, por ello, organiza talleres para profesores, activistas, periodistas y estudiantes para explicar al detalle su programa. Además, trabaja junto con distintas universidades y, desde finales de los noventa, colabora también con palestinos de Cisjordania. Lo fundamental, en todos los casos, es explorar los puntos en común entre los dos pueblos.

Niñas jugando en el patio del colegio de Wahat al Salam – Neveh Shalom. Foto: Oliver de Ros

En el terreno del culto, WAS-NS también emprendió un nuevo camino: la creación del Centro Espiritual Plural (CEP), una cúpula situada a las afueras del pueblo dedicada a la reflexión y la meditación sin la presencia de ningún símbolo religioso. El lugar alberga la “Casa del silencio”, dónde laicos o creyentes de distinta fe pueden reposar y rezar libremente.

Abdessalam Najjar, jefe de prensa de WAS-NS.  Foto: Oliver de Ros

Pese a que gran parte del público israelí y palestino no comprende lo que sucede en WAS-NS –de hecho Shippin comenta que la prensa hebrea no suele hablar bien sobre el pueblo-, el modelo se ha exportado con éxito a otros puntos del territorio. Abdessalam Najjar, responsable de relación con la prensa y director del CEP, asegura que el proyecto de escuela bilingüe ya está implantado en otros tres centros israelíes. Najjar, procedente de Nazareth y vecino del municipio desde su fundación, cuenta que su familia y sus amigos no aceptaron que dejara su ciudad de origen porqué no creían en que el proyecto de WAS-NS pudiera materializarse y por su inestable situación económica. “Porqué tu tienes que hacerlo?”, le preguntaban, mientras él les respondía que su deber moral “era actuar y no esperar” a que otros intentaran solucionar las cosas. En su opinión, el problema general es que ambos bandos siempre se culpan mutuamente de todos los males, mientras que él apuesta por el único componente compartido que va más allá de identidades, etnias o religiones: la incesante búsqueda de la felicidad. No obstante, recuerda que el se mantiene firme en su visión sobre la realidad y el conflicto, muy distante de la que probablemente defiende su vecino judío. Aun así, remarca convencido que “nosotros no hablamos de coexistencia, lo llevamos a la práctica”.

Gracias al perseverante trabajo llevado a cabo, hoy día se están llevando a cabo proyectos similares en diversos núcleos urbanos dónde existen poblaciones mixtas, pero que no solo no interactúan entre si, sino que mantienen un estado de tensión permanente. Por ejemplo, Aco, histórica ciudad en la que, años atrás, un conductor árabe trató de generar el caos en plena celebración del “Yom Kipur” y un grupo religioso judío intentó instalar una “Yeshivá” –escuela de estudio de la Torá- en el corazón del barrio musulmán. A pesar de ello, recientemente se ha fundado una guardería mixta inspirada en el ideal de cooperación y respeto mutuo. Además, se está llevando a cabo otra iniciativa similar, “Aco, ciudad del mosaico cultural”, recordando que en tiempos pasados si existió una convivencia real entre árabes y judíos.

Actualmente, WAS-NS mantiene su actividad gracias a una limitada subvención del gobierno, los impuestos pagados por sus vecinos y, mayoritariamente, por donaciones recibidas de fundaciones amigas en Europa y Estados Unidos, que se dedican íntegramente a la educación. La dirección se basa en dos consejos formados por cinco miembros cada uno, dedicados a la eseñanza y a la gestión general del municipio, con un alcalde que se elige democráticamente cada dos años. Rayek Kizek, también originario de Nazareth y dirigente del pueblo durante dos mandatos distintos, relata con voz tranquila que, tal vez, en su ciudad natal jamás hubiera “abierto la mente como aquí”.

Rayek Kizek, exalcalde y propietario del café del pueblo. Foto: Oliver de Ros
Kizek también es de los miembros veteranos y, desde hace cerca de cinco años, regenta junto a su mujer un acogedor bar a la entrada del municipio. El local, que más bien parece un santuario, está repleto de objetos curiosos, libros, aromas orientales y retratos de personajes que le han marcado como Gandhi, Mandela o Jimi Hendrix, entre otros. Además, reserva un rincón para los carteles y las fotografías del concierto que ofreció en WAS-NS Roger Waters, líder de la mítica banda de rock Pink Floyd, seis años atrás. Mientras toma café y fuma con tranquilidad,  afirma que al mantener discusiones con otros vecinos se da cuenta de “que no formo parte de un solo grupo”. De hecho, es árabe, cristiano, palestino y ciudadano israelí, pero se define como un ser universal.

En su juicio, el problema del conflicto entre israelíes y palestinos es que todos necesitan “sentir que tienen la razón, siempre refiriéndose a sucesos del pasado para justificar sus posiciones y demostrar que el otro está equivocado”. Inspirado por la tesis de Krishnamurti de que todos, en parte, tenemos la razón, se define como un pensador libre y ferviente defensor del diálogo, rasgos esenciales de la filosofía que mantiene viva la llama de Wahat al Salam-Neveh Shalom, que en breves contará con unas 140 viviendas y acumula todavía más gente en su lista de espera.

sábado, 11 de febrero de 2012

Jerusalén en imágenes

 Oliver de Ros - Jerusalén

Panorámica del este de Jerusalén.
Monje franciscano caminando por el cuarto cristiano de Jerusalén.




Interior de la iglésia del Santo sepulcro.
Grabados en las paredes en la iglésia del Santo sepulcro.
Iglésia del  Santo sepulcro.
Cristiano ortodoxo besando la supuesta tumba de Jesucristo.
Muro frontal del castillo del rey David.
Muro de las lamentaciones.



Muro de las lamentaciones.



Judío ortodoxo leyendo un libro sagrado en la cueva del muro de las lamentaciones.
Muro de las lamentaciones.
Ortodoxo caminando por el barrio de Mea Shearim.
Ciudad antigua de Jerusalén.
Mujer toma café en el cuarto musulmán de Jerusalén.
Discusión entre maestro y discípulos en la cueva del muro de las lamentaciones.


Muro de las lamentaciones
Vista desde el Monte de los Olivos.

Cuarto árabe en Jerusalén.

jueves, 2 de febrero de 2012

La ardua travesía de Darfur a Levinsky Street

Ofer Laszewicki – Tel Aviv 

Un grupo de sudaneses en Levinsky Street, Tel-Aviv. Foto: Oliver de Ros
 
Parece África, pero estamos en el corazón de Israel. Inmóviles y contemplativos, pasan las horas esperando que algo distinto vaya a suceder a su alrededor. Son inmigrantes, la gran mayoría de origen africano, que huyeron de la miseria y las guerras de sus países de origen en busca de asilo político  y un futuro mejor en el estado hebreo.

Aglutinados en esquinas, sentados en bancos e incluso agachados de cuclillas en el gran parque ubicado en la calle Levinsky de Tel Aviv, esperan día y noche a que alguien venga a ofrecerles un trabajo por horas de peones o basureros. Lamentablemente, son muchos y hay pocas vacantes libres. Tal como cuenta Mohamed, originario de Darfur (Sudán), aparece algún tipo con una furgoneta y les ofrecen un empleo de por unos 25 “shekels” (5 euros) por hora de trabajo, que no suelen ser más de tres. Mientras eso no sucede, siguen apostados en los mismos rincones, viendo como el ritmo frenético de la ciudad, con un abundante tráfico de viandantes, bicicletas y vehículos de toda clase, no se detiene ante ellos.

Mohamed, Tel-Aviv. Foto: Oliver de Ros
La historia de Mohamed es escalofriante. Hundido por la masacre que está llevando a cabo el tirano Ahmad Al-Bashir en Sudán, que acabó con la vida de su madre, decidió iniciar la incierta e insegura ruta hacia Tierra Santa, aún sabiendo las crueldades que podían esperarle durante el camino y separándose de su familia sin saber si quiera si un día podría regresar. “Es un criminal de guerra, incluso roba bebés”, afirmó rotundamente.
A pesar de que él llegó en condiciones estables, el viaje fue una verdadera tragedia: de los cincuenta compañeros que iban en el grupo, tan sólo tres lograron cruzar la frontera entre Egipto e Israel, que tras la caída de Mubarak, pasó a ser tierra de nadie, donde contrabandistas y mafiosos gozan de total libertad de movimientos. Además, fueron estafados: les llegaron a cobrar unos quinientos dólares por llevarlos a pie por el camino “indicado”. Algunos fueron abatidos por las balas de los policías egipcios, que sin miramientos les dispararon para tratar de evitar que cruzaran al país vecino. Otros simplemente no pudieron ni intentarlo. No obstante, agradece el trato que recibió a su llegada por parte de los policías israelíes, que les ofrecieron “mantas, comida y medicamentos”.

Abalramah, Tel-Aviv. Foto: Oliver de Ros
Al explicar sus vivencias, disfruta fumando un largo porro de hachís, alegre porqué el sol reaparece tras una semana de intensas lluvias en la ciudad. “En mi país era conductor de taxis”, cuenta, mientras muestra orgulloso su licencia, en la que aparece con unas largas y gruesas rastas. “Casi como Bob Marley”, bromea. A su alrededor, compatriotas suyos o procedentes de Etiopía dan vueltas sin rumbo, tratan de conseguir algún cigarrillo y forman improvisados corros para amenizar el lento paso de las horas.
Tras media hora de conversación, quiso presentarnos a sus amigos y mostrarnos el humilde local donde a duras penas y en poco espacio duermen unas 120 personas. La zona posterior del parque estaba todavía más poblada, con gente reposando en el césped, las aceras e incluso los toboganes. Mientras, algunos conversaban con miembros de una ONG que acostumbra a ofrecerles asistencia.
Fue en el local dónde se presentó el que según Mohamed es el “líder”: Maxwell. Procedente también de Darfur, demuestra una gran personalidad al hablar, además de un gran sentido del humor. Su única intención, dice, es hacer una vida normal y “encontrar a alguien que me ame”. Nada más. Familia, amor y si la cosa da más, incluso un coche. “No se donde quiero estar, no se cual es mi destino, pero lo que sé es que quiero vivir en paz”, afirma, mientras otros compañeros suyos le muestran un gran respeto. Justo en ese instante, varios de ellos se hallaban en la cocina, preparando el almuerzo de las once a base de pan y arroz. 

Maxwell junto a sus compañeros cerca de Levinsky Street. Foto: Oliver de Ros
 Aunque no disponen de pertenencias materiales y sus perspectivas de futuro son complicadas, no pierden la ilusión por vivir. Lo más sorprendente es su alegre sonrisa y su espíritu positivo. “Don’t worry, be happy”, pronuncia Maxwell refiriéndose al conocido estribillo de la canción de Bobby McFerrin, poco después que uno de sus amigos nos mostrara una herida de bala en la pierna provocada por los disparos de los policías egipcios. Muchos de ellos hablan un inglés claro y fluido y muestran un gran interés por conocer que sucede en otros lugares del planeta. Y, sobre todo, les encanta el fútbol: verlo en televisión y practicarlo, aunque se lamentan de no tener un terreno en condiciones donde organizar partidos callejeros.
Al final, Maxwell pronunció una frase sorprendente: “soy musulmán, pero tanto nosotros, como judíos y cristianos tenemos un solo Dios, el mismo, que nos trae todo lo bueno”.