Ubicado en una colina a medio camino entre Tel Aviv y Jerusalén, Wahat al Salam – Neveh Shalom (WAS-NS) es un pueblo único en Israel, donde miembros de ambos bandos del conflicto llevan demostrando hace décadas que vivir en una misma comunidad si es posible
Ofer Laszewicki – Wahat al Salam/Neveh Shalom
“No somos especiales, esto no es ninguna utopía”. Con esta frase tan explícita resumió Howard Shippin, miembro del comité de Relaciones públicas de Wahat al Salam-Neveh Shalom (WAS-NS), una visita guiada a un grupo de turistas norteamericanos. La frase pretendía remarcar la idea de que este proyecto, en marcha desde el 1979, está llevado a la práctica por gente normal de procedencias distintas pero con un mismo fin: demostrar que árabes y judíos pueden vivir juntos y superar los prejuicios que tienen respecto al otro, que en ambas sociedades se suele considerar como el “enemigo”.
La idea nació de la mano de Bruno Hussar, un cristiano perteneciente a la Orden Dominicana que tras la Guerra de los Seis Días recibió estas tierras de un monasterio cercano y decidió empezar a construir algo que para muchos parecía irrealizable. La premisa básica quedó definida desde el primer instante: consolidar un pueblo con un población mixta y equitativa de árabes y judíos, seculares en su gran mayoría y sin ningún tipo de afiliación política. No obstante, el propósito no se limitaba únicamente al hecho de vivir en un mismo municipio, sino a lograr un modelo único que guiara a las futuras generaciones a comprender, respetar y escuchar al otro.
Vista aérea de Wahat al Salam – Neveh Shalom. Foto: Archivo digital WAS-NS |
Por ello, la columna vertebral de WAS-NS son sus instituciones educativas. Por una parte, la guardería y la escuela primaria, dónde se imparte un modelo de enseñanza bilingüe –pionero en el país- en el que todos los alumnos son tratados por igual. Desde pequeños aprenden ambas lenguas, las tradiciones y costumbres judías y musulmanas y se les ofrece desde su infancia las dos narrativas del conflicto, que en ocasiones parecen formar parte de historias completamente diferentes. Además, las celebraciones se festejan conjuntamente. “Los niños judíos también disfrutan los manjares del Ramadán, e incluso llegan a casa cantando canciones de otras religiones”, explica con total normalidad Shippin. Todo ello, sin perder su identidad y sus valores. La fórmula supuso un éxito rotundo y, actualmente, los centros de enseñanza acogen a más de doscientos infantes, los cuales proceden en su gran mayoría de poblaciones cercanas.
El otro eje principal es la “School for Peace” (SFP), que promueve espacios de encuentro común entre árabes y judíos en todo el territorio. En muchos casos, supone un primer cara a cara entre jóvenes de ambos bandos, que sirve para “superar estereotipos y prejuicios”. De entrada, se suelen explicar sus vivencias y empiezan a discutir sobre sus problemas. La SFP actúa como embajada del ideario de la comunidad y, por ello, organiza talleres para profesores, activistas, periodistas y estudiantes para explicar al detalle su programa. Además, trabaja junto con distintas universidades y, desde finales de los noventa, colabora también con palestinos de Cisjordania. Lo fundamental, en todos los casos, es explorar los puntos en común entre los dos pueblos.
Niñas jugando en el patio del colegio de Wahat al Salam – Neveh Shalom. Foto: Oliver de Ros |
En el terreno del culto, WAS-NS también emprendió un nuevo camino: la creación del Centro Espiritual Plural (CEP), una cúpula situada a las afueras del pueblo dedicada a la reflexión y la meditación sin la presencia de ningún símbolo religioso. El lugar alberga la “Casa del silencio”, dónde laicos o creyentes de distinta fe pueden reposar y rezar libremente.
Abdessalam Najjar, jefe de prensa de WAS-NS. Foto: Oliver de Ros |
Pese a que gran parte del público israelí y palestino no comprende lo que sucede en WAS-NS –de hecho Shippin comenta que la prensa hebrea no suele hablar bien sobre el pueblo-, el modelo se ha exportado con éxito a otros puntos del territorio. Abdessalam Najjar, responsable de relación con la prensa y director del CEP, asegura que el proyecto de escuela bilingüe ya está implantado en otros tres centros israelíes. Najjar, procedente de Nazareth y vecino del municipio desde su fundación, cuenta que su familia y sus amigos no aceptaron que dejara su ciudad de origen porqué no creían en que el proyecto de WAS-NS pudiera materializarse y por su inestable situación económica. “Porqué tu tienes que hacerlo?”, le preguntaban, mientras él les respondía que su deber moral “era actuar y no esperar” a que otros intentaran solucionar las cosas. En su opinión, el problema general es que ambos bandos siempre se culpan mutuamente de todos los males, mientras que él apuesta por el único componente compartido que va más allá de identidades, etnias o religiones: la incesante búsqueda de la felicidad. No obstante, recuerda que el se mantiene firme en su visión sobre la realidad y el conflicto, muy distante de la que probablemente defiende su vecino judío. Aun así, remarca convencido que “nosotros no hablamos de coexistencia, lo llevamos a la práctica”.
Gracias al perseverante trabajo llevado a cabo, hoy día se están llevando a cabo proyectos similares en diversos núcleos urbanos dónde existen poblaciones mixtas, pero que no solo no interactúan entre si, sino que mantienen un estado de tensión permanente. Por ejemplo, Aco, histórica ciudad en la que, años atrás, un conductor árabe trató de generar el caos en plena celebración del “Yom Kipur” y un grupo religioso judío intentó instalar una “Yeshivá” –escuela de estudio de la Torá- en el corazón del barrio musulmán. A pesar de ello, recientemente se ha fundado una guardería mixta inspirada en el ideal de cooperación y respeto mutuo. Además, se está llevando a cabo otra iniciativa similar, “Aco, ciudad del mosaico cultural”, recordando que en tiempos pasados si existió una convivencia real entre árabes y judíos.
Actualmente, WAS-NS mantiene su actividad gracias a una limitada subvención del gobierno, los impuestos pagados por sus vecinos y, mayoritariamente, por donaciones recibidas de fundaciones amigas en Europa y Estados Unidos, que se dedican íntegramente a la educación. La dirección se basa en dos consejos formados por cinco miembros cada uno, dedicados a la eseñanza y a la gestión general del municipio, con un alcalde que se elige democráticamente cada dos años. Rayek Kizek, también originario de Nazareth y dirigente del pueblo durante dos mandatos distintos, relata con voz tranquila que, tal vez, en su ciudad natal jamás hubiera “abierto la mente como aquí”.
Rayek Kizek, exalcalde y propietario del café del pueblo. Foto: Oliver de Ros |
Kizek también es de los miembros veteranos y, desde hace cerca de cinco años, regenta junto a su mujer un acogedor bar a la entrada del municipio. El local, que más bien parece un santuario, está repleto de objetos curiosos, libros, aromas orientales y retratos de personajes que le han marcado como Gandhi, Mandela o Jimi Hendrix, entre otros. Además, reserva un rincón para los carteles y las fotografías del concierto que ofreció en WAS-NS Roger Waters, líder de la mítica banda de rock Pink Floyd, seis años atrás. Mientras toma café y fuma con tranquilidad, afirma que al mantener discusiones con otros vecinos se da cuenta de “que no formo parte de un solo grupo”. De hecho, es árabe, cristiano, palestino y ciudadano israelí, pero se define como un ser universal.
En su juicio, el problema del conflicto entre israelíes y palestinos es que todos necesitan “sentir que tienen la razón, siempre refiriéndose a sucesos del pasado para justificar sus posiciones y demostrar que el otro está equivocado”. Inspirado por la tesis de Krishnamurti de que todos, en parte, tenemos la razón, se define como un pensador libre y ferviente defensor del diálogo, rasgos esenciales de la filosofía que mantiene viva la llama de Wahat al Salam-Neveh Shalom, que en breves contará con unas 140 viviendas y acumula todavía más gente en su lista de espera.